Por Viviana Delfino- Docente formadora ISFDA N°805- De Trelew- Chubut
A los compañeros de la ranchada que resisten,
a los compañeros de la toma, que resisten.
Los movimientos humanos, aquellos que reúnen colectivos, como una porción de la masa que conforma la totalidad, pero que se distingue de aquella por alguna razón, tiempo y espacio… siempre me llamaron la atención, siempre me resultó ser un fenómeno digno de ser mirado, de ser vivido. Los movimientos marcan, de repente, otro paso, rompen con lo cotidiano para irrumpir con otra cosa. Es un acto creativo que declara nuevas posibilidades, nuevas formas de decir y hacer. Nuevas voces. Si, nuevas voces, porque de repente el lenguaje se encausa en otro río de palabras que no es el cotidiano.
En el decir de Le Blanc (2007), las vidas comunes, cuando están atentadas en sus capacidades y reconocimientos, ponen a prueba un potencial creativo donde se rearman las fuerzas, reinventan la política en el propio terreno de lo común, a la vez que marcan y dan visibilidad a la distancia con los políticos de turno, los gobernantes, que parecen dominar una lengua mayoritaria.
Cuando se da una manifestación, un movimiento novedoso y por lo tanto extraño, aparece otra voz y otra lengua, otro grito, otro repicar de los tambores, otras formas, otros cánticos, otros carteles, otro mensaje en si mismo. Una supuesta fragilidad, de repente inventa un idioma, una representación que no es otra cosa que marcar el límite con la imposición hacia la precarización de las condiciones de vida, que en este mundo posmoderno están directamente relacionadas con la precarización del trabajo. El fenómeno de la manifestación es una forma, entonces, de restaurar esa voz, y con ella, se visibilizan cuerpos, tareas y condiciones tanto de los que protestan y agitan indignados, como la de los otros en la contraparte, los políticos, que quedan desnudos hasta de sus silencios, de sus maniobras secretas que tapaban con velos, de sus arreglos impuros, de una voz que se vuelve indigna. Ni alcanzan a cubrirse con sus discursos porque lo que por fin sale a la luz, no logra remendarse con las palabras que quizás en otro momento le sirvieron, pero que ahora pierden el sentido y las letras, demarcando un gran vacío.
El choque de fuerzas y de poderes nos despabila, nos debe despabilar. Si, lo planteo como un responsabilidad cívica.
Las manifestaciones son resistencia a la precarización; el pataleo hecho lenguaje que ,desde que el mundo es mundo y se teje la historia, se ha dado en cada rincón de la tierra, por diversos grupos y causas, declarando normas que desfavorecen a algunos; de tratos y contratos que marcan las desigualdades; de modos intempestivos de recortar hasta las simples maniobras de cualquier desarrollo social y cultural, nos pone enfrente de una realidad que no necesariamente debe ser como es, nos pone en frente de una realidad que se desnaturaliza. Porque es necesario saber que “si la vida común es poder creador, la astucia para desentrañar el sentido de las normas y hacer advenir nuevas normas, recíprocamente la precariedad anula ese poder creador, arranca la vida en sí misma y, en consecuencia, priva la voz” (Le Blanc, 2007). Las manifestaciones son siempre una voz, hecha de otras voces que dicen no a la precarización. Y son rotundas.
Mayo de 2018, Ministerio de Educación, Rawson, Chubut, Patagonia Argentina, Sudamérica, continente americano, occidente, mundo… una narrativa, una más de las que se están escribiendo por ahí, cada cual con su letra pero con la posibilidad de pensar lo mismo de diversas maneras. Pero que no se deje de narrar, sería la idea.
…“un grupo de personas, docentes todos, se manifiestan frente al Ministerio de Educación, sus mensajes se reúnen en expresiones tales como “no al congelamiento y pagos escalonados de los salarios docentes de las escuelas públicas, no a las condiciones edilicias en que se encuentran las instituciones educativas públicas, no a la precarización de la educación pública, si a la idea de diálogo como rango de civilización pública”.
Lo público, léase bien, es entidad del Estado, tal como se conforma en una sociedad que apela a una de las formas de lo democrático. Lo público remite a “un para todos”, claramente diferenciado de lo privado, que remite a un “para algunos”.
Manifestar por lo público deja visible “un por debajo” de estos enunciados otras tantas aristas que afectan de dispares maneras. Y un “por sobre” estos enunciados otras tantas más. La manifestación es una especia de quiebre que dispara efectos hacia arriba y hacia abajo, hacia lo particular y hacia lo general. Si va a visibilizar algo, es justamente hacia todos los costados. Quien pretenda reducir en un comentario, queja o simple decir, todo lo que se juega en una manifestación pacífica por la educación pública, está mirando la cuestión con menos de un cuarto de ojo, ni siquiera alcanza a ver con el rabillo de un ojo, por ende no comprende.
Diría Filloux, para saber cuáles son las perspectivas de crecimiento de un país, sólo debe mirarse el modo en que organiza su educación.
La educación como fenómeno, no solo como sistema, puede entenderse de diversas maneras, pero tal como entra a jugar en estas modos expresivos, en estos tiempos en Chubut, alude a una cuestión de constitución antropológica. La educación esta puesta como un bien social, cultural y humanizador. Y esto no puede quedar por detrás de la crítica a las fallas de un sistema, a la responsabilidad política, ética y estética de cualquier docente del sistema que no siempre cumple en el quehacer docente particular. Las quejas de los que no entienden de esta lucha, suelen basarse en algún que otro miembro del sistema que no ha cumplido con la tarea encomendada. En todos los sistemas, bien se sabe, se encuentran quienes no colaboran pero eso no oculta a la gran mayoría que si lo hace. A los que muestran sus quejas, denominando vagos a los manifestantes los invita a tomar un rato, al menos, de conciencia, de la magnitud del fenómeno de la educación pública para el crecimiento de un país, para Latinoamérica, para el mundo. Son bastos los ejemplos.
Vuelvo a la escena.
Un grupo de ese grupo de manifestantes docentes, está cerca de la puerta de entrada al Ministerio de Educación, esperan entrar para tener un encuentro con la ministra de educación, pedido que se viene “demorando”. Las puertas dobles se abren -no para recibirlos sino, según cuentan, para arreglar unos vidrios rotos-, dos compañeros se disponen como marcos de una nueva puerta humana, y el resto de las personas ingresan. La idea es esperar que la ministra de educación los atienda. El horario de cierre de la repartición llegó a los relojes, todos los empleados comienzan a retirarse, menos los manifestantes que siguen esperando y deciden seguir esperando aún más. La ministra no sale por la puerta oficial de su despacho, pero tampoco está adentro del mismo… Ahí se quedarán esperando.
Lo que se transforma en una toma pacífica, sale de lo espontáneo y creativo, la chispa de un instante. No parece ser que la idea se hace hecho, sino el hecho se hace idea.
Pero en el afuera quedaba otra gran parte de los manifestantes, quienes decidieron también esperar. La misma espera. Las horas siguieron marcando su tiempo y llegó la noche, gélida noche patagónica. Arropados pero a la intemperie.
El invierno vino en otoño, las temperaturas bajo cero y se hizo sentir la necesidad primitiva de refugio.
Necesidad de todo ser vivo, apalear lo adverso. Pero como condición inherente a lo humano, por ende, de estricto sentido antropológico, la realidad de esa calle, frente al Ministerio, debía transformarse; porque el hombre hace eso, transforma su entorno a sus necesidades.
Es allí cuando la calle cambió su sentido de calle, de tránsito, de movimiento nómade cotidiano de los ciudadanos, por un asentamiento sedentario.
“Aquí nos quedamos” – dijeron algunos compañeros.
Y el fenómeno de la transmutación se hizo presente en este mínimo punto del mundo.
Lo pacífico trazó esta manifestación, y lo pacífico, en si mismo, permite pensar creativamente. De lo contrario, contra los ataques, las represalias o las reprimendas, como humanos nos hubiera regido el salvaguardarnos a como de lugar, la vida es primordial. La paz permitió, en cambio, que la necesidad de refugio fuera concretada, y así fue que aparecieron los palets y los nylon de obra, los clavos y los martillos. Los refugios comenzaron a tomar forma alrededor de las fogatas, porque también llegó la leña, y los mates, emblema nacional, y las torta fritas, y las ollas populares, y las reposeras que como nunca encuentran utilidad en este otoño invernal. Los cajones de verduras se transforman en estantes para acomodar lo necesario, los discos son braseros. Hay tachos de basura, porque es una ciudad limpia, como limpias están las aulas ¿no?
Pero el clima marca tendencia, los refugios deben contrarrestar los vientos que rotan, la lluvia, las heladas. Los palets, los nylon de obra se desmontan para volver a montarse de una forma más segura y más paleativa del frio. Increíble mutación que día a día se va haciendo y así es posible observar calles entre los “ranchos/refugios”, movilización interna, recepción de los grupos de padres autoconvocados con sus niños y niñas y sus mensajes; recepción de los vecinos que se acercan a mitad de la noche escarchada con algo calentito; a los otros colectivos de lucha, con sus banderas, colores y cánticos, porque la educación es de todos y para todos. Los otros sectores de lo público que también se ven afectados por estas políticas de turno.
Desde el mismo instante de conformada la ranchada, acompañando la mutación de los refugios, las escalinatas del ministerio se vuelve un escenario de música, baile, palabras, mensajes, puestas al día de las necesidades del adentro, en la toma, del afuera, la creativa urbanización. Todo es lenguaje de lucha, y así se lucha desde lo que cada uno tiene de voz, tiene para decir, tiene para mostrar, tiene para narrar.
Ricoeur nos va a decir que aquí es posible leer tres poderes fundamentales para pensar las propiedades sociales: “el poder de decir”, “el poder de actuar”, “el poder de reunir la propia vida en un relato inteligible y aceptable”. Va agregar que estos tres poderes no pueden ser sin la xistencia de un cuarto, “el creerse capaz de”. Las capacidades humanas tienen fuerza social porque hablan, se transforman en actos, se nutren, se refugian, tienen derechos y se apela a su reclamo, contrarrestan los intentos de deshumanización.
La escena de esta suerte de villa urbanizada, improvisada, son la visibilidad de las acciones que la sostienen, la transforman, narran la causa de estar allí. Le Blanc las denomina como “las disposiciones para la acción que se basan en esquemas prácticos organizativos”. Hay una propiedad social allí, en esa estampa de ranchada, que permite normalizarse casi sola, implícita o explícitamente bajo el nombre de la causa, el sentido de la lucha, el por qué del estar ahí, ocupando un edificio público de modo pacífico al igual que una calle, también de modo pacífico. Y además, por qué el mensaje es muy claro y todos saben de que se trata. Y aquellos que dicen no saber, no entender, es porque su mirada no llega más allá de su nariz, donde por efecto visual se deja de ver al otro.
Porque a esta altura de los tiempos nadie debería dudar de la relevancia para un pueblo, de las condiciones en que se da la educación pública. Cuando se entienda que la lucha y los reclamos por y desde la educación es uno de los bienes sociales más importantes para el desarrollo de todo un pueblo asi como para el desarrollo de todo humano civilizado, en la toma debería estar el pueblo entero, y las ciudades todas deberían parar para que se arregle lo que se reclama, porque en un antes o en un durante o en un después, la educación se hace omnipresente en la vida misma, es parte identitaria y socializadora.
Esa mirada sobre las manifestaciones implica una escucha, un volverse pensantes y observadores, reflexivos y certeros.
La Ranchada, la toma, me hizo el eje de esta narrativa. Mi punto de mirada – habrá otros, tiene que haber otros- será de recorrerla por momentos, de ver su mutación, de leer los movimientos con una suerte de distancia pero adherida a la causa, que comparto como digna y de implicancia para toda la sociedad.
Ya marcó tendencia, marcará la historia de esta provincia. Y quizás sorprenderá a otros, de otras partes de este mundo.
Bibliografía
Le Blanc, Guillaume. 2007. VIDAS ORDINARIAS. VIDAS PRECARIAS. SOBRE LA EXCLUSIÓN SOCIAL. Nueva Visión.